El Senado de la República, en un hecho sin precedentes similares, ha expulsado de su seno a Gustavo Penadés, uno de los legisladores nacionalistas más prestigiosos. Las causas, conocidas por todos, aunque no confirmadas por la Justicia, son razón suficiente para tan drástica decisión.
En momentos de turbulencia para el sistema político, es buena cosa recordar el papel que cupo en este asunto a los medios de difusión, y los espacios de libertad y protección que la sociedad ha ganado con el paso del tiempo. Un caso como este difícilmente hubiese tenido este desenlace hace años. Posiblemente nunca hubiese llegado a la luz.
En la primera mitad del siglo pasado, la mayoría de los votantes estadounidenses desconocían que su presidente Franklin D. Roosevelt —electo cuatro veces— sufría de parálisis la cintura para bajo debido a una poliomielitis. El caso, que Roosevelt solo admitió públicamente poco antes de morir, pone de manifiesto y en perspectiva lo difícil que es el acceso a la esfera íntima en una personalidad política.
La denuncia pública que encendió la chispa del artefacto que detonó hoy en el Senado tampoco hubiese sido posible algunas décadas atrás, cuando algunas minorías no contaban con consideración social, ni con protección legal. Hoy, en un hecho tan triste como indignante, debe ser rescatado cómo la libertad y la justicia social juegan un papel fundamental en la evolución de la sociedad.
Ojalá que este caso, además, y dentro de esa agenda de evolución y progreso, sirva para poner aún más atención en lo que se ha visto menos durante estos seis meses de conmoción y descubrimientos. Los menores que la ley ampara pero cuya protección, por las características mismas de este tipo de delito, es tan difícil asegurar.
La prevención del fenómeno debería ser el norte, más allá de la efectiva acción de la justicia.