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Amena reunión entre Lacalle y la bancada oficialista
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Amena reunión entre Lacalle y la bancada oficialista

La lógica  — luego de  medio año de continuo desabarranque del Senador Gustavo Penadés, imputado por 22 delitos en un caso de abuso de menores, y seis semanas de titulares sobre el clientelismo en la prebendaria Comisión Técnica Mixta de Salto Grande– era que la reunión de este sábado entre el presidente Luis Lacalle Pou y la bancada oficialista en la estancia de Anchorena, fuese de fuerte contenido político. Pero no lo fue

De hecho, los medios reportaron más sobre el contendido de la parrillada –asado, matambrito y chorizo picado– que sobre una posible evaluación de las derivaciones del Caso Penadés, donde funcionarios del Ministerio del Interior y de la Corte Electoral son sujetos de investigación por ayudar –indebidamente– a preparar la defensa del exsenador. La reunión fue de camaradería, sin alto voltaje político.

Naturalmente, no podía faltar –aún en tono distendido– una mención a un logro de los aliados en el gobierno y causa ocasional de la reunión: la aprobación de la Ley de Urgente Consideración y su ratificación por la ciudadanía. En esa línea, la importancia de mantener la coalición: por algo el primer mandatario, en su discurso, se refirió a que su felicidad sería mayor que la del 2019, si el oficialismo triunfase en la próximas elecciones generales. Y, por su puesto el consejo de lo que no hay que hacer para tener chances: evitar disputas internas sin retorno en la contienda electoral que se avecina.

De acuerdo a las fotos de familia, y a los posteos de los comensales en X (antes Twitter) el mensaje de Lacalle Pou fue entendido. La unidad imperante y la amenidad de la reunión fue manifiesta gráficamente y la permanencia de la coalición y la camaradería, destacada. La coalición vino para quedarse.

Y más allá de si se tomó mucho o poco vino –algunos legisladores fueron en ómnibus contratado, como cuando se va a un casamiento con el propósito de beber y no manejar– el tono del encuentro indicó que aún en política existe espacio para la distensión, aunque no para la desatención . . . como lo confirma el hecho de que un legislador fue y regresó a Anchorena piloteando un helicóptero.

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