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Adrián Peña Robaina
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Hijo del Uruguay soñado por cualquier batllista que se precie de tal. Hijo de chacareros y de muy chico fue un “guri” como tantos del Interior nuestro acostumbrado a pisar torcido entre los terrones para ayudar a sus padres en tareas normales en una Chacra. Luego el esfuerzo de todos para formarse en la educación pública departamental y más adelante la vida en el pueblo. Esa San Bautista que no quiso abandonar nunca. Ni aún el día que el más allá lo invitó a recibir honores fúnebres de ministro de Estado. En los libros de historia del liceo se encandiló con la figura de Batlle y Ordoñez y siendo adolescente ya le picó el bichito de la política arrimándose a un baluarte de la 15.

Sus mentores y referentes del pueblo le contaron que tiempo atrás hubo un Presidente batllista canario como él y de origen humilde como él. Y Adrián volvió a sumar otro referente para consolidar una identidad batllista que lo marcaría para siempre.

El Batllismo no desconoce la existencia de clases sociales en tensión dialéctica pero fue el propio don Pepe que rechazó esa lucha inevitable. Y Adrián confirmó en su vida esa visión batllista en la que la superación personal habilita a una persona con aspiraciones sanas de crecer a desarrollarse y progresar en la vida.

Adrián fue un gran político sin dudas. Pero fue también empresario avícola, estudiante y egresado con una licenciatura en Ciencias de la Administración. Todo lo hizo a esfuerzo y disfrutando de su capacidad de aprender a aprender.

Por tanto aprendió también a ser diputado o senador o Secretario General del Partido Colorado. Esas cosas que nadie te enseña en un liceo departamental.

Alguien me dijo alguna vez: “Adrián es como una esponja. Todo lo absorbe rápido. Su voracidad por conocer y aprender lo lleva a superarse a sí mismo permanentemente”.

Ese alguien no era un compañero de partido y estaba sorprendido por como en 4 meses y luego de haber asumido como Ministro de Ambiente ya se había convertido en alguien que manejaba esa cartera como si hubiese sido un experto de toda la vida en la materia.

Fue el primer ministro que tuvo el país en Ambiente y asumió a esa cartera sin presupuesto suficiente y con la presunción de la ciudadanía toda que su cargo era solo fruto de acuerdos políticos. Pero también allí superó todas las expectativas.

Sus proyectos y realizaciones durante su tiempo de gobierno no fueron pocos. Política de residuos, el bono carbono, mejoramiento de sistemas inspectivos y hasta las normas de reciclaje de sorbetes plásticos fueron sus más conocidos aportes. Pero deberá ser siempre recordado por el proyecto que lideró junto a OSE para llevar saneamiento a 60 localidades del interior profundo con una inversión que superará con creces los 200 millones de dólares.

¿Qué Gran sponsor la muerte?

Nadie dice que Adrián fue un hombre perfecto. Era tan apasionado del quehacer político y de su vocación de servicio que desbalanceo muchas otras cosas que a veces también son muy iimportantes. Se frustraron proyectos de familia y su vida tenía mucho de desorden o desapego por trámites personales porque siempre había en agenda algo más importante para él: El servicio público o la tarea política.

Pero no solo eso llegó a postergar.

Quiso desafiar las leyes de la salud personal. Un ser humano normal necesita 7 u 8 horas de sueño y algún día al mes dedicarlo al ocio o a cualquier actividad recreativa. El no podía ni quería darse esos lujos.

Su vida era el esfuerzo y el servicio al país o al partido. He llegado a pensar que hasta su empresa que fue muy próspera alguna vez solo era la excusa para tener algún pequeño excedente material para sostener una campaña titánica de algún día ser Intendente de Canelones. A eso apostaba en estos últimos meses.

Adrián Peña. Un hombre honesto, bueno y zurcidor de conflictos. Si te querías pelear con el en cualquier discusión te desarmaba usando la inteligencia o el humor.

Cuando en la discusión de la LUC hubo una fuerte disputa interna de la Coalición entre herreristas que querían desmonopolizar Ancap y Colorados y cabildantes que querían sostenerla fue Adrián quien proporciono un camino de mediación con su fórmula de PPI y ajustes bimensuales conforme el comportamiento del ente y el precio del crudo. En estos meses estaba articulando el funcionamiento de la Coalición de cara a elecciones municipales en algunos departamentos. No tuvo empacho de impulsar proyectos vinieran de quien vinieran siempre que él estuviera de acuerdo sobre su necesidad. Por eso goza del respeto de gentes de todos los partidos.

Alguna vez se le ocurrió la locura de pedirme a mi que lo acompañara como su suplente en su sueño de ser Intendente canario. ¿Justo a mi que jamás quise ingresar en política? Y no le pude decir que no. Por suerte a las dos semanas lo nombraron Ministro de Ambiente y todo quedó en nada. Pero tengo el recuerdo de su cálida invitación y de la dosis de humor que era propio de su enorme don de gentes. Me llamaba “Jefe”. Siempre lo hacía. Yo se que me “afilaba” pero en él no me molestaba.

Era un “gordo bueno”. Era un político “necesario”.

Tal vez IMPRESCINDIBLE. De esos que no abundan. Batllista como nadie que yo haya conocido. Tanto que murió peleándose con “los blancos” por un proyecto de contrataciones por concurso en las intendencias. En estos tiempos de alianzas con “ellos” -y habiendo sido Adrián un muy fiel socio de la Coalición y del presidente- murió “debatiendo” con los blancos por un proyecto que los afectaba. Y principalmente teniendo duras réplicas del senador Botana quien dijo: este proyecto solo se explica porque viene de la pluma de un acerrimo batllista como Peña. Pero yo lo vi con mis ojos y esto no me lo contó nadie. En el último adiós y despidiendo a Adrián en su sepelio vi al mismísimo senador Botana sensiblemente emocionado aplaudiendo al colega con respeto y -me consta- aprecio. Pinceladas tal vez de ese Uruguay maravilloso que alguna vez construimos entre todos. El Uruguay del respeto por el que nos desafía hasta nuestras convicciones pensando diferente.

El Uruguay batllista en el que un guri que pisaba los terrones descalzos en una Chacra de Canelones fue diputado, Senador y primer Ministro de Ambiente de nuestra historia.

El paso de los meses y los años nos hará tomar conciencia de la entidad de esta pérdida. Un ser humano excepcional capacitado como nadie para entender hasta el punto de vista de sus más acérrimos adversarios y proponer un camino intermedio y proactivo de solución de diferendos.

Adrián Peña Robaina. Un querido amigo que en algún lugar de la eternidad ya debe estar construyendo un pueblo igual a San Bautista para hacer lo que más le gustó siempre. No descansar.

Hasta siempre Adrián

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