Con el júbilo que provoca el inminente acto electoral de este 27, EL DIA adelanta la publicación de varias de las notas de su edición semanal para observar la veda publicitaria que se inicia este viernes a la hora cero.
Este domingo el Cuerpo Electoral, encarará el ejercicio de la democracia directa por partida doble. En la elección de sus representantes y, en el mismo acto, mediante las consultas relativas a la reforma de la Seguridad Social y a la posibilidad de realizar allanamientos nocturnos.
La ciudadanía será protagonista de nuestra máxima fiesta democrática, manifestación del Estado de Derecho imperante. No puede caber otro deseo para la jornada que se avecina, que la misma transcurra normalmente y en paz, de acuerdo a la tradición que es orgullo de quienes habitan en este país.
Y si bien se ha escrito en abundancia sobre la importancia y responsabilidad de los ciudadanos y ciudadanas al votar, no está demás recordar los fundamentos de la obligatoriedad del voto. La participación en elecciones y en consultas populares no implica simplemente el ejercicio de un derecho individual, sino que es parte de la responsabilidad colectiva de quienes conforman la sociedad política que ejerce la soberanía, como lo enseñaba Justino Jiménez de Aréchaga.
Cuanto mas numerosa sea la participación, mejor.
Ahora, entrando en esta elección particular, así como en los plebiscitos y sus consecuencias, no queda mucho por decir. A esta altura todos deberían saber lo que hay en juego, pero, más allá del énfasis que cada partido haya puesto en sus propuestas, lo cierto es que parecería existir una visión compartida sobre la “chatura” de la campaña electoral.
Eso es preocupante. Porque al aceptarse como un hecho que existen dos coaliciones —una perfeccionada bajo un lema y otra que va tomando cierto viso de permanencia— con matices y diferencias importantes al interior de las mismas, es legítimo preguntarse hasta que punto se ha ofrecido al elector una versión fidedigna de lo que es posible hacer al momento de y para gobernar.
Dado que existen vaticinios en los que, gracias al pésimo sistema de balotaje, podría darse que el próximo presidente a pesar del apoyo conseguido no tenga el respaldo de una mayoría parlamentaria para avanzar con sus propuestas, hubiese sido bueno conocer con mayor claridad la agenda de quienes hasta hoy son gobierno y oposición y, dentro de dicha agenda, cuáles son los puntos en los que podrían lograrse acuerdo para que en los próximos cinco años se resuelvan problemas que aún no mejoran y se haga algo más que “la plancha”.
Claro, en esta lucha por el poder que concluye en unas horas, tal vez la nueva modalidad sea “no hacer olas” y recurrir al marketing político “light”. Sólo que temas tales como una seguridad social desfinanciada, el continuo crecimiento de la población carcelaria, la violencia del narcotráfico, la incorporación a la sociedad a quienes entran al sistema carcelario (sobre todo los más jóvenes) y la deserción en la educación, no son asuntos para tomarse a la ligera.
Es de esperar que en los espacios afines de ambas coaliciones —que los hay— haya voluntad para intentar caminos que en un régimen parlamentarista sería natural recorrer para conformar un gobierno, con el propósito de atacar los problemas pendientes del Uruguay para que no se conviertan en enfermedades crónicas.
Tal vez un ejercicio de tales características revelaría que es necesario actualizar la arquitectura política nacional para que corrientes históricamente afines logren gobiernos de concertación interpartidarias en vez de rígidas coaliciones que ponen en riesgo la individualidad ideológica de las colectividades que las integran.
Hemos manifestado hace pocos días que siguiendo y persiguiendo las ideas de Batlle apoyamos en esta instancia al Partido Colorado y a la lista 600 porque, en el conjunto de su propuesta, encontramos la mejor representación del batllismo. Desde esa corriente esperamos que se lleven adelante acciones —tanto al interior como al exterior del Partido Colorado— para profundizar el humanismo de Don Pepe.
Asumimos sin embargo que, como muchas veces en el pasado, concretar el progresismo batllista necesita no sólo la idea, sino la persistencia, y habilidad negociadora para llevarla a cabo. Y, sobretodo, una fortaleza política resultante de una sólida base electoral.
Este domingo aspiramos a ella.
