No voy a abundar sobre la inoportunidad de un lema común que albergue al Partido Colorado, al Nacional, el Independiente y Cabildo Abierto y sus derivados (estos dos últimos, con ese signo de interrogación que desde siempre se me representa al momento de imaginar o descifrar sus eventuales decisiones).
Tampoco sobre mi “anticoalicionismo”. Sobre el punto ya escribí y me representan, en lo personal, todos los editoriales que al respecto ha publicado EL DIA. Pero para que no se confundan las cosas, sí reitero que creo en las concertaciones, sobre todo si las mismas fuesen logradas en un régimen parlamentario que -a mi juicio- mucho ayudaría al gobierno de los uruguayos.
Ahora, buscando las razones por las cuales el Partido Colorado elegiría firmar su certificado de defunción, compareciendo en un nuevo lema que no haría otra cosas que dar más inercia a su desbarranco, traducido en la sangría sus electores, no las encuentro.
A ver, ¿miedo a la intemperie?; ¿a que sus dirigentes no encuentren algún cargo que —de veras— suponga coadyuvar al buen gobierno, desde su tarea de control?; ¿a que continúen los gobiernos frenteamplistas. . .?
Se me ocurre que quedar a la intemperie no debería ya asustar a nadie: hace rato que la colectividad de Rivera está de ese lado; “duerme afuera” se diría en el Truco.
Por otra parte, sobre el tema de los cargos y la influencia en la tarea de gobierno, ya sea integrando la coalición, ya sea en el llano, las cosas parecen claras. Tal influencia es harto discutible. Me remito a la renuncia de Alejandro Stipanicic, a la iniciativa sobre la eutanasia, a la propuesta para regular e imponer mecanismos de transparencia en el ingreso de funcionarios municipales, eliminando la discrecionalidad. Y podría seguir. . .
Y en lo que refiere a la continuidad de los gobiernos frenteamplistas, una buena y honesta discusión sobre el pasado y el futuro del Partido de la Defensa, debería dilucidar para dónde arrancaron los electores que ya no lo votan.
Pensé que tal vez todos esos miedos estuvieron presentes cuando los colorados tomaron la infeliz decisión de no comparecer a un diálogo social sobre la seguridad social impulsado por el gobierno y apoyada —por supuesto— por los principales (y no tanto) grupos de presión que lo acompañan.
Más allá de cualquier pretendida estrategia, que el Partido rehúya a un diálogo social es una mala noticia. Y está a contramano de su historia. Lo muestra débil y lo que no fue, ni lo que me gustaría que fuera: un partido conservador.
Por otra parte —más allá de la representatividad esgrimida, o la agotada discusión —que la hubo, sin duda— o de la decisión ciudadana sobre el punto —que es insoslayable—, el Partido Colorado se perdió la oportunidad de afirmar lo que quienes lo miran desde la cima relatan como lo contrario: que es dialoguista y que tiene “lo social” muy claro.
Para los buenos colorados nada más antisocial que el voluntarismo cimentado en “lo social”. Los colorados son racionales y no ganan votos con posiciones alocadas, populistas, que muchas veces son descreídos hasta por la tribuna más desaforada.
Se perdió la chance de mostrar la debilidad de los argumentos contrarios y la fortaleza de los propios. Se perdió el momentum de construir sobre lo construido. Se perdió hasta el deber de golpear la mesa y retirarse —no sin previamente mostrar como la Caja Bancaria en decisión democrática de sus miembros no siguió los postulados demagógicos para una seguridad social desfinanciada— bajo protesta, por la necedad de los “vende humo”.
Todas esas oportunidades perdidas, y— esto es para mí un dato no menor—se desvanecieron dentro de un ámbito al cual los votantes que hoy los colorados pretenden recuperar, prestan más atención que a los interminables, muchas veces inaccesibles, debates parlamentarios.
Por eso también creo que sería un error tan grave como tonto, que el Partido Colorado no sólo no participe, sino que no impulse una seria discusión sobre la jornada de seis horas o el impuesto a los ultra ricos. Sin temor, ni sin fundamentos.
Si el mundo ha ganado a través de sus avances científicos una reducción del esfuerzo humano (hasta se prevén camiones conducidos autónomamente) ¿cómo no replantearse que el disfrute de dichos avances le llegue a la enorme mayoría, la gente que trabaja? ¿No deberíamos cuestionar qué ocurre cuando los supermillonarios acumulan un patrimonio tan inmenso que no solo asegura el sustento de varias generaciones sin trabajar, sino que también les permite influir —e incluso desafiar— de forma contundente las decisiones de gobierno? Elon Musk es el ejemplo paradigmático.
Por cierto, antes de reaccionar al último párrafo, no está de más pensar que la clase media y media baja, también pagan impuestos. . .
Lo importante, ciertamente, es de las premisas de las cuales se debe partir. Estos asuntos no admiten liviandad sino estudio y conciencia para encararlos. De lo contrario se convertirán en justamente lo que no se quiere: el cazabobos del populismo desenfrenado, de la izquierda loca.
Me gustaría que mi partido estuviera preparado para una discusión cuyos fundamentos son compatibles.
A propósito, y para terminar, para dar un ejemplo contrario, esto es, cuales acciones no deberían tomar el tiempo de la dirigencia colorada, un episodio. La comparecencia de las máximas autoridades del coloradismo a la asunción del alcalde de Batlle y Ordóñez, en Lavalleja.
Sin desmerecer el hito, la primera vez en que un colorado accede a tal posición, la importancia histórica del lugar y el simbolismo democrático, es de tener en cuenta que en esa localidad de menos de 2500 habitantes se aglutinó la misma dirigencia a la cual candidatos partidarios en las elecciones municipales le reclamaron su presencia.
Como que al ridículo no se le teme.


