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Editor responsable: Rafael Franzini Batlle
viernes, diciembre 19, 2025

PENSAR EN LIBERTAD: el desafío colorado en tiempos de replanteo

 Hay momentos en que, desde el interior de un partido, conviene hablar con serenidad y profundidad. No para dividir ni para ajustar cuentas, sino para recuperar claridad, identidad y fortaleza. El Partido Colorado atraviesa uno de esos momentos: no le falta territorio; le faltan ideas movilizadoras y, sobre todo, espacios fértiles donde esas ideas puedan nacer, discutirse y competir.

Un estancamiento que no surgió de un día para el otro

El estancamiento programático que vive el partido se fue configurando con el tiempo y bajo influencias diversas.
Por un lado, el discurso removedor que Jorge Batlle impulsó en torno a la modernización económica y del Estado —valioso en muchos sentidos— fue interpretado por algunos sectores de manera tan estrecha que dejó en segundo plano la dimensión social inseparable del batllismo.

Por otro lado, durante los largos períodos de influencia de Julio Sanguinetti —figura de enorme peso político e histórico— tampoco surgieron resortes partidarios capaces de promover una actualización conceptual profunda. Su conducción ordenó al partido, pero contribuyó a instalar un clima donde la práctica del poder desplazó a la reflexión, y donde se consolidó cierta parálisis creativa.

Sin embargo, personalizar este proceso es insuficiente. A ello se sumaron factores estructurales:
– la falta de renovación sostenida de cuadros,
– el debilitamiento de estructuras,
– la pérdida de vínculos con actores sociales,
– y la desaparición, tras 2004, de un núcleo estable de pensamiento que ordenara la reflexión colectiva.

En ese sentido, los fracasos de liderazgos recientes son más un síntoma que la causa. Y por eso la reconstrucción no puede basarse en esperar “al próximo salvador”, sino en algo más sólido: promover polos programáticos autónomos y creativos, capaces de disputar los marcos de interpretación del partido y ofrecer nuevas claves para leer el país.
Cuando esos polos existen, cualquier liderazgo —el que sea— termina apoyándose en ellos si quiere credibilidad interna y externa.

Ideas antes que geografía

Durante años se repitió la consigna de “volver al territorio”, como si la presencia física pudiera reemplazar el pensamiento. Pero un partido no renace por geografía: renace por ideas.
Y para que esas ideas emerjan, no basta con un Congreso Ideológico.
Los congresos pueden ordenar debates, pero también tienden —por su naturaleza— a uniformar marcos, centralizar discursos y reducir la competencia conceptual.

La identidad colorada nunca se construyó desde la homogeneidad, sino desde la vitalidad de sus sectores y desde la convivencia de miradas distintas. Por eso, junto a cualquier esfuerzo institucional, es imprescindible multiplicar polos de elaboración programática, donde viejos y nuevos sectores se hagan cargo de pensar el país que viene.

El límite del coalicionismo como camino

La participación en la Coalición Republicana aceleró estas tensiones. Su supuesto valor “electoralmente útil” fue, en buena medida, una interpretación construida después de los hechos y que debe ser revisada a la luz de la derrota de la fórmula Delgado–Ripoll.

La coalición no fortaleció al Partido Colorado.
Lo condicionó.

Instaló una cultura donde discrepar parecía un riesgo y donde la autonomía intelectual se confundió con desalineación. El coalicionismo terminó siendo, en parte, el hijo de una pobreza propositiva acumulada y del reflejo dirigencial de priorizar la supervivencia antes que la innovación.

Los estudios recientes de Diego Luján y Daniela Vairo sobre coaliciones distributivas explican bien el problema: una coalición —o un candidato— no solo administra beneficios; distribuye sentidos.
Y la propuesta opositora no logró instalar prioridades claras ni conectar con la sensibilidad social. Eso no ocurrió, entre otras razones, porque la voz colorada llegó débil y sin un marco programático respetado antes del gobierno, durante él y en la campaña.

  1. Las internas: no garantizan la renovación, pero sin ellas la renovación es imposible

También corresponde señalar, sin dramatismos, que las internas que definieron los liderazgos colorados después de 2004 —Bordaberry, Talvi, Ojeda— generaron oportunidades, pero no lograron expandir significativamente el techo electoral colorado ni producir marcos programáticos que reposicionaran al partido frente a una sociedad cambiante.

Esto no desmerece los méritos personales.
Simplemente evidencia que la competencia interna, por sí sola, no produce renovación conceptual si no está alimentada por núcleos de ideas previos.

Sin embargo, las internas siguen siendo indispensables.
Son el único mecanismo que asegura que aparezcan liderazgos nuevos, sensibilidades nuevas y propuestas distintas.

Para que el Partido Colorado vuelva a crecer, las internas deben dejar de ser solo una competencia de nombres y convertirse en un espacio donde al menos un sector logre representar un encuadre programático nuevo, perceptible para el electorado y conectado con desafíos concretos:
– trabajo del futuro,
– cohesión social,
– transición energética,
– innovación tecnológica y científica,
– productividad de las pymes,
– economía del cuidado,
– transformación educativa.

No se trata de adelantar propuestas ni desnudar estrategias, sino de sembrar la necesidad de construir nuevos ejes temáticos que alimenten a los próximos liderazgos.

Si las internas se eliminan, esa posibilidad desaparece.
Si se preservan, pueden convertirse en el canal natural para que nuevas sensibilidades —más actuales, más sociales, más innovadoras— vuelvan a disputar el rumbo del partido.

Una decisión estratégica

Las internas no garantizan la renovación.
Pero sin internas, la renovación programática es imposible.

Defenderlas no es un punto reglamentario: es estratégico.
El Partido Colorado necesita volver a pensar, volver a crear y volver a competir en marcos de ideas. Y para eso necesita mecanismos que permitan que esas ideas —cuando aparezcan— tengan dónde crecer.

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