La mañana del 21 de octubre de 1987 se transformó en una jornada marcada por la violencia racial. Héctor Paladino Ruvira, un nazi confeso, salió de su domicilio en la calle Javier Barrios Amorín Nº 963 esquina Gonzalo Ramírez, cargado con los sentimientos de odio y venganza que había pregonado toda su vida. Esa vez no repartía su publicación nazi “El Tero”, sino que repartió balas en una escopeta calibre 20. Llevaba consigo una lista de cinco nombres que no figuraban allí arbitrariamente, significaban la síntesis de su ideología. Sus víctimas fatales fueron, Enrique Delfino Sicco , un publicista que trabajaba para Canal 4 y Simòn Lasowski propietario de una inmobiliaria. Tenía planeado asesinar a más personas, pero finalmente se entregó a la policía. En su lista figuraban el fallecido informativista Omar de Feo y el ex director del Semanario Hebreo José Jerozolinsky. Además, hirió a Horacio Schek cuando intentó sin éxito asesinar al padre de este, integrante del directorio de Canal 12 y el diario El País. También, quedó frustrado otro homicidio. En esa misma mañana se dirigió a Pocitos a las calles Pereyra y Chucarro donde residía la familia Jersolinsky, pero este último no se encontraba en su vivienda.
Paladino, colgaba en la ventana de su casa una gran bandera nazi y también pintó la pared de su domicilio con la frase ·”Sieg Heil” (Viva la Victoria). Estos emblemas estuvieron por unos cuantos meses, todos veían claramente la ideología del dueño de casa. El ex juez Enrique Moller lo procesó y lo condenó por dos delitos de homicidio, pero lo consideró inimputable por una enfermedad mental. En agosto del 2006 Paladino salió del Hospital Vilardebò bajo responsabilidad de su hermano y con controles psiquiátricos semestrales. En el 2008 la jueza Fanny Canesa ordenó su captura porque advirtió que no se cumplían los criterios técnicos ordenados por la justicia, Paladino fue recapturado e internado en marzo del 2014. Asimismo, cumplió algunos años de reclusión en Cárcel Central y en el COMPEN.
También existieron regueros de notas explicando la situación. El semanario Alternativa Socialista a un mes de ocurrido el hecho, hacia saber que podría existir un vínculo entre Paladino Rubira y el Dr. Fernando Bosch (ex director general de la dictadura de Enseñanza Secundaria y militante del Partido Nacional), detenido por los años 60 por sus conexiones con el grupo ultraderechista Tacuara en la Argentina. También, al neonazi se lo vincula a la JUP y al grupo ADO (Alianza Democrática Oriental) que dirigía el ex consejero de Estado, Dr. Jorge Amondarain Mendoza.
Días antes de los homicidios, aparecieron en distintas facultades volantes impresos a dos tintas en offset en donde Paladino denunciaba un complot entre la secta Moon, los judíos y la izquierda uruguaya. Paladino sustituyó la violencia verbal por los hechos y hubo bastante llamados de alerta en relación a las prácticas de odio de este hombre. Todas estas conductas fueron tomadas con mucha ligereza por quienes tienen que cuidar de estos fenómenos. En su boletín El Tero, publicaba mensajes amenazantes hacia dirigentes políticos, medios de prensa y centros de enseñanza. En 1984 integró una lista de ediles que apoyaban al candidato colorado Jorge Pacheco Areco. La clave es comprender que el discurso de odio no puede considerarse como parte de la libertad de expresión. Paladino hoy está muy cerca de los 70 y pico de años, está en libertad y ha vuelto a su viejo barrio Palermo. Nadie tomó en serio sus amenazas y esto costó dos vidas inocentes. Sin dudas en este caso la pasividad estatal y la indiferencia social le ganaron a la racionalidad. Su prédica nazi fue tomada con negligencia.