
La crisis de mediados los años 1950 fue imposible de detenerla. Su agravamiento ante la falta de respuestas del elenco de gobierno colocó a la sociedad uruguaya en un deterioro brutal. En este contexto surgieron grandes enfrentamientos sociales, pero en donde también surgió el fenómeno de la guerrilla. Es la época del primer gobierno blanco, 1959-1962, sus miembros fueron: Martín Echegoyen (herrerista y primer presidente del colegiado de esos años), Benito Nardone (ruralista), Eduardo Víctor Haedo (herrerista), Faustino Harrison (ruralista), Justo M. Alonso (herrerista), Juan Pedro Ledo Arroyo Torres (batllista lista 15) y César Batlle Pacheco (batllista lista 14). Los problemas, lejos de solucionarse, se agravaban. A los pocos días de la instalación del nuevo gobierno nacionalista, incesantes lluvias producen una de las inundaciones más graves que sufrió Uruguay. La población debió ser evacuada y se desplegaron los servicios de seguridad y de asistencia sanitaria. Pero en la mañana del cambio de gobierno la situación empieza a dificultarse aún más. Ese dia varios generales pidieron una entrevista con Luis Batlle Berres y le plantearon la posibilidad de no entregar el gobierno al Partido Nacional, por entender que los mismos no estaban preparados para gobernar. El planteamiento golpista estaba relacionado con los problemas entre logias militares, los cuales se arrastraban desde la dictadura de Terra. Ante esta situación, Luis Batlle les pidió a los militares que se retiraran enseguida del lugar porque era inadmisible lo planteado. A esto se le sumó que en la misma mañana los ruralistas y los herreristas no se ponían de acuerdo con la integración del gabinete, lo que demoró aún más la ceremonia de trasmisión de mando y los rumores en la calle eran que estábamos frente a un golpe de Estado. En su libro Estado de Guerra, Alfonso Lessa, publicado en 1996, el general Lìber Seregni recuerda este episodio de la siguiente manera: “Hubo un momento muy crítico en el verano del 58 al 59, cuando se corrió la voz que el Partido Colorado no entregaba el gobierno. Yo era coronel y me consta que algún desubicado -que siempre hay- le planteó la posibilidad a Don Luis Batlle Berres de no entregar el gobierno. …. Se me encargó organizar las ceremonias militares…… Me vinieron a ver los hermanos (Eduardo y Rodolfo) Zubía con quienes tenía muy buena relación, para decirme que garantizara la entrega del gobierno y que facilitara la presencia de oficiales blancos armados en la ceremonia. Allí empezamos a tener problemas, porque yo les aseguré que las Fuerzas Armadas entregaban, que el Ejército entregaba “¿Y quién sos vos para hacerte responsable?, “Yo estoy a cargo de esto y lo vamos a hacer”… La gente no sabe, pero en el desfile militar de 1959 muchas unidades estaban con armas cargadas. Y aún más, se habría creado una organización dentro de las fuerzas que desfilaban, con oficiales que tenían la misión de custodiar y en todo caso de matar a sus jefes…… Convencí al Inspector General de Ejército Rafael Milans (actual cargo de Comandante en Jefe del Ejército) para que participara en el desfile con las máximas autoridades militares…… Fue una cosa increíble. Se inició el desfile terrestre y me llamó el presidente. Lo primero que hizo fue designar al ministro de Defensa, al general Cipriano Olivera. Me ordenaron que convoque al Inspector y a los demás mandos de la formaciòn y haga venir a los cuatro generales. Yo muy sorprendido les comenté, pero están desfilando y me dijeron no importa. Llegaron a Casa de Gobierno y en una habitación del segundo piso los relevaron. El general Filippone ya se encontraba en la avenida Agraciada con la formación de las Escuelas y a Francese lo alcanzaron a la altura de Andes, los hicieron venir y ahí los despojaron del mando”.
Luis Batlle Berres jamás mencionó quien fue el general que le hizo el pedido, pero los testigos de época afirman que posiblemente fue el general Adhemar Filippone. El herrerista Martín Echegoyen recibió de Arturo Lezama el último presidente del anterior colegiado los símbolos correspondientes. El discurso de quien luego sería el primer presidente del Consejo de Estado de la dictadura (1973) durante aquella ceremonia, fue de una gran oratoria antibatllista.


